La vesícula biliar es una estructura en forma de saco situada debajo del hígado. Su función principal es contener la bilis, que será liberada durante la ingesta para facilitar la absorción de las grasas. Esta bilis se dirige desde el hígado hasta la vesícula biliar, y de esta al intestino, a través de las vías biliares. Cuando las células que la componen crecen y se dividen de forma anómala puede dar lugar a tumores, aunque su prevalencia en la población general es baja. La mayoría de los tumores derivados de la vesícula son adenocarcinomas. Cuando se originan en el conducto que transporta la bilis o vía biliar, se conocen como colangiocarcinoma, pudiendo ocurrir en la vía biliar dentro del hígado – cancer ductal intrahepático- o fuera del mismo – cancer ductal extrahepatico-.
Su origen no está claro, aunque es posible que se debe a factores tanto genéticos como ambientales. También se ha relacionado con la colecistitis o inflamación crónica por “piedras” en la vesícula, la obesidad, la edad avanzad mayor a 65 años, la fiebre tifoidea o salmonelosis o la exposición a determinados productos tóxicos. El colangiocarcinoma es un tipo de cáncer especial que se relaciona con el tabaco, la diabetes, la infección por determinados parásitos y la hepatitis C o con otras enfermedades como la colangitis esclerosante primaria o la colitis ulcerosa. Puesto que no conocemos con exactitud su causa, es difícil aplicar protocolos de screening y prevención. Los pólipos diagnosticados en la vesícula, como hallazgos por otros estudios, suelen ser asintomáticos y no siempre presenta relación directa con el cáncer. Sin embargo, cuando son mayores a un centímetro, se recomienda su resección para realizar un estudio completo y evitar su evolución hacia una enfermedad maligna.
¿Qué síntomas puedo tener?
La mayoría de veces el paciente no muestra sintomatología alguna. Por este motivo se suele diagnosticar en estadios avanzados de la enfermedad, momento en el que usted podría notar dolor abdominal o color amarillento de la piel –ictericia– Al igual que otros tumores también se relaciona con cansancio, perdida de peso, falta de apetito o sensación de aumento del diámetro abdominal
¿Cómo se diagnostica?
Lo primero y más importante es sospechar la enfermedad, dados los pocos síntomas que puede producir este tipo de cáncer. El proceso diagnostico se ha de comenzar por una exploración física exhaustiva. Por eso desde IQL ofrecemos un equipo de cirujanos con amplia experiencia de enfermedades oncológicas, que le ayudará a alcanzar el diagnóstico más preciso para realizar el mejor tratamiento.
La primera prueba sería una analítica, comprobando que no exista obstrucción de la via de salida de la bilis hacia el intestino, lo que detectaremos por variaciones en las transaminasas, builirrubina y fosfatasa alcalina. Con ella también evaluaremos marcadores tumorales relacionados con esta enfermedad como el Ca 19.9 y CEA.
Otras pruebas de imagen que nos permitirán diagnosticar la localización exacta, el grado de invasion local y la existencia de enfermedad a distancia son la resonancia magnética, la ecografía, la tomografía computerizada o TAC. En ocasiones, necesitamos de estas pruebas para poder realizar una biopsia para alcanzar un diagnostico más preciso.
Cuando el tumor se encuentra en el conducto que transporta la bilis por el hígado y hacia el intestino, se puede necesitar de una colangiografía o una colangiografía retrograda endoscópica – CPRE- para estudio de estos conductos por dentro y facilitar las biopsias.
En ocasiones su diagnóstico se realiza de forma casual tras una colecistectomía realizada de forma programada por colelitiasis, al obtener los resultados definitivos de su análisis en anatomía patológica. En estos casos, se ha de tratar cada paciente de forma individual, puesto que su tratamiento puede variar desde vigilancia estrecha hasta cirugía para completar la resección hepática y la resección de los ganglios a este nivel.
El uso combinado de estas técnicas de imagen, y su valoración por radiólogos expertos, nos permitirá ofrecer al paciente el mejor tratamiento de forma individual.
¿Tiene tratamiento el cáncer de la vesícula biliar?
Si. El cáncer de la vesícula biliar y las vías biliares tiene tratamiento pero este dependerá del estadio determinado por las pruebas de imagen. El tratamiento de este tipo de enfermedades ha de ser consensuado y llevado a cabo por un equipo multidisciplinar formado por cirujanos, radiólogos, oncólogos, radioterapéutas, gastroenterólogos y radiólogos intervencionistas.
Entre los tratamientos que ofrecemos a nuestros pacientes están:
La Cirugía es el tratamiento curativo por excelencia. Dado que se trata de un cáncer, el tratamiento curativo por cirugía no solo incluye la resección de la vesícula –colecistectomía– si no también de los ganglios linfáticos entorno a ella y una resección hepática del segmento de hígado más próximo a la vesícula.
Se trata de una cirugía mayor, sin embargo, en casos precoces y en manos de cirujanos expertos, este procedimiento se puede realizar por técnicas mínimamente invasivas como la laparoscópica. Esto conseguiría un mejor control del dolor para nuestros pacientes y una menor estancia hospitalaria.
Cuando se trata de colangiocarcinoma – cánceres de la vía biliar-, la técnica quirúrgica varia de forma importante dependiendo de la localización de la lesión según las pruebas de imagen. En los tumores intrahepáticos se requerirá una hepatectomía, en los de la vía biliar extrahepática será preciso la resección de la vía biliar realizando una unión entre el hígado y el intestino para poder drenar la bilis. Si el tumor se localiza en la via dentro del pancreas será necesario la resección de la cabeza del páncreas, lo que se conoce como técnica de Whipple. Estos procedimientos, debido a la dificultad técnica que suponen, se realizan por lo general por cirugía abierta y requieren un ingreso en la unidad de cuidados intensivos.
Cuando la enfermedad es avanzada, la cirugía no es capaz de eliminar todas las células malignas del cuerpo, y es necesario administrar un tratamiento intravenosos capazo de alcanzar todas las células tumorales. En esta situación se utiliza la quimioterapia. En ocasiones también se utiliza para paliar los síntomas de la enfermedad.
Se utiliza cuando la cirugía no es posible, sola o en combinación con quimioterapia o radiosensibilizantes. Generalmente se administra de forma extensa para destruir las células tumorales. Con esto conseguimos reducir el tamaño del tumor para poder controlarlos, realizar cirugía o controlar los síntomas.
Solo en el caso de enfermedad muy avanzada se podría ofrecer al paciente un tratamiento para paliar los síntomas de la misma, como la colocación de prótesis para facilitar el drenaje de la bilis.
En casos avanzados, esta enfermedad puede producir importante dolor que conseguimos contrarrestar con la neurólisis y bloqueo del tronco celiaco.
¿He de continuar con un seguimiento posterior?
En el IQL ofrecemos un seguimiento estrecho de nuestros pacientes. Realizaremos analíticas con análisis de marcadores tumorales y pruebas de imagen como el TAC, PET o RMN para detectar de forma precoz si la enfermedad vuelve a aparecer y poder tratarla lo antes posible.
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